A esa paloma de piedra, que te debo la suerte encontrada tras la puerta, porque no crucé la mirada con otra intención que de un morir de protestas, de mellas y crudas penas, saciante guardia que me talló, cuando sentí el ser igual que tú; en la deuda del silencio.
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Persistiendo infame del elixir de venerar su veneno existes siendo sentimiento aflorado desde el morador, con tal devanado atemporal cortés...
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Pertenezco a él; místico acertijo que la muerte espantó al soprano azote del mimbre en mi colegial saludo nos una sorteada diseminación par...
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